Compartí con Jose dos años de trabajo en un proyecto que tenía como objetivo la implantación de una metodología de control de riesgos operativos en una entidad financiera. El reto se podía calificar, o al menos esa fue mi sensación inicial de vertiginoso: Jose dirigiendo un equipo reducido -éramos 3 personas- que tenía que explorar todos los procesos de la organización -enorme- para identificar los riesgos asociados y aplicar metodologías de control que pudieran satisfacer los requerimientos regulatorios que fijaba el Comité de supervisión bancaria de Basilea.
El vértigo duró poco. El esfuerzo fue tremendo pero comprobamos en poco tiempo que no estábamos solos: la habilidad de Jose para dirigir al equipo, planificar el camino, centrar el esfuerzo en lo importante y sacarnos de algunos atolladeros nos dio la seguridad de que aquello iba a salir bien si o si. Y ya lo creo que salió bien.
Ese periodo fue decisivo para fijar mi forma de trabajar desde entonces: Jose me ayudó a descubrir la pasión por las cosas bien hechas y a comprender que muchas veces tenemos bastantes más recursos para afrontar los nuevos proyectos de los que creemos tener.